DISTRAERME…
En una calle que no
es asfalto sino arte.
Distraerme…
En una noche que no
es inspiración sino sensación,
¡qué poco elegante el
poeta que la vuelve canción,
qué poco elegante y
poco poeta soy!
Distraerme…
Y querer ser la
lágrima que brota de sus ojos.
Distraerme…
Con la conversación
de dos hojas que caen al suelo.
Distraerme…
Para convertirme en
tiempo y no en reloj,
en fenómeno y no en
medición.
Distraerme…
Con un león que ruge
cuando el siervo le
sonríe.
Distraerme…
Entre las sombras de
un sol renacido
cuyas lágrimas
danzan con el poeta
abatido:
la sátira cambia al
mundo con rimas,
y yo diría: retumba
el eco
con ira donde tal vez
iría en ella un trozo de ironía.
Distraerme…
Y por leve momento
ser nube gris
que riega en todos su
lamento
y cual si fuese eco
deja estela en el
cielo.
Podría distraerme
entre el absoluto de un cristal,
intentar dar
con su umbral
e imaginar el reflejo
de un éxtasis vespertino
mientras alegro mi
espíritu con la ida del verano,
bien sabe el bebedor
que en invierno es más alegre el vino.
Para distraerme sólo
me haría falta imaginar,
también me haría
falta un jardín con azucenas
y ver cuantas
bellezas esconden sus faenas,
me haría falta una
boca bañada en almíbar
cuyo barniz alivie
amargura
y devuelva el
misterio robado al mar.
Pero ni la
imaginación es dulce
ni la azucena se
vuelve bella con besos y miradas,
tampoco se llena un
jardín con ilusiones abandonadas
ni se abona un mar
con dudas,
pues la realidad
conduce y convence,
subordina y vence.
Juan
Pedro Pablo
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