Una nueva primavera
Era como una primera vez,
las flores al paso del invierno volvían a retomar su incandescente color, el
aroma de las mismas daban una sensación de tranquilidad y pureza, el frio se
alejaba junto con su banalidad para ceder paso a una corriente de aire muy
cálida, tan cálida que hasta la piel más áspera era sensible a esta, tan cálida
que por primera vez sentí que volvía a recuperar mi primera vez...
Ya no tenía que usar las
mismas prendas para protegerme del peligro de la naturaleza, al salir pude
contemplar un día como ningún otro, las nubes no estaban ahí para tapar el
contacto con lo infinito, el sol era grande, tan grande que podía atraparlo
entre mis manos, tan abrazador que su luz no me quemaba, me acariciaba.
Al reposar un momento sobre
el borde de mi cama hice algo que lamento hasta hoy en día...subí mi mirada
hacia el fijador hecho de madera que estaba en la pared del frente, sobre este
se encontraba una vieja fotografía, en aquel instante el aroma de mi cuarto
paso de uno amargo floral a uno de un viejo roble, me levante algo torpe pues
la noche anterior una vieja amiga me logro boicotear, me acerque al fijador y
tome entre mis manos la fotografía, tenía un marco algo desfigurado, maltratado
por el paso del tiempo, el vidrio que la protegía estaba algo mancillado, el
soporte del marco estaba roto...pero aun así el contenido que había dentro de
este portarretratos era único.
Una extraña melodía provenía
de las afueras de mi hogar, no lograba reconocerla, sin embargo, recuerdo una
de las frases: "Me hiciste fuerte aun cuando la debilidad fue la doncella
que nos unió"; sin duda alguna, era como la primera vez.
Su cabello ardiente como el
impacto de un proyectil, lograba hacerme sujetar de sus brazos, sus ojos tan
profundos como una imagen color negro me confundía a tal punto que no sabía que
reflejaban, sencillamente me daban un mensaje de la existencia de la nada,
perfecto para mí; lo mejor era cuando sus labios apuntaban hacia los míos como
si estos quisieran fusionarse entre una danza mítica que ni siquiera el humano
más sabio pudiese comprender, era como una armonía de ritmos, solos eran por si
lineales y aburridos pero al juntarse creaban una melodía con forma, con varios
trayectos, con alegría...con ¡vida!.
[Segundo
fragmento]
El desdén
de un sueño.
Suspire como si fuese la
primera vez que lo hacía, con temor a tomar tanto aire que en medio del proceso
me ahogara por mí misma estupidez, sin embargo, también parecía como si fuera
la última vez que lo haría, pues me apresuraba a tomar aire de forma tan áspera
que imaginaba que quien estaba cerca de mi persona me estaba arrebatando tan
apreciable recurso; un pase de algo imperceptible hacia mis pulmones, fue más
que suficiente para levantarme de mi eterno letargo.
Mi cuerpo ante la anestesia
de aquella presencia no lograba coordinar, que irónico pues dicha presencia
solo estaba presente como una imagen que era evocada por mi pensamiento cada
vez que hacia el sol miraba. Llevaba solo unos minutos de una aparente vigilia
y aun así recordaba todo aquello que soñé, lo extraño era que yo mismo lo
narraba y lo hacía llamar "el primer fragmento de una nueva
primavera", ni el más de los pequeños detalles lograba escapar de un lugar
tan oscuro como tan profundo como el mismo color le puede otorgar esta
característica, una tierra tan estéril como un rico con usanza de
glorificación, aquel lugar al cual no puedo recurrir cuando mis sentidos están
embriagados a causa de una sed que en polvo viene.
Mi pensar es perecedero, mi
querer es inestable, mi caminar inalterable, mi razonar es variable y mis
motivos tan precarios como inmutables; esta era la basura que decía una persona
que al tener sus manos junto a las tuyas te miraba con desmedro.
No tarde en bañarme y salir
de aquel lugar al cual me atrevía llamarle hogar, en él me sentía asfixiado,
los colores de sus paredes me hacían pensar como un insensato, el olor de su
cuerpo aún permanecía, no solo en mi cama, sino también en todo lugar donde su
cuerpo se fusiono con el mío; sentía que los retratos me reconocían como un
advenedizo, pero uno en especial me llamaba la atención, una pintura la cual le
pedí a un amigo pintor que la recreara sobre un lienzo, aquel personaje se
trataba de Décimo Junio Juvenal, recordaba entonces sus sátiras contra el inverosímil
Imperio Romano, era como si este ahora no hiciera sus sátiras para burlarse y
hacer una crítica de una cultura pordiosera, parecía entonces que se hubiera
decidido (como una especie de confabulación sin gracia alguna) por hacerlas con el fin de recitármelas mientras hacia el
amor con ella, mientras que cometía el mismo pecado dos veces, mientras que
convertía de nuevo a Eva en el fruto del pecado y a Adán en el primer ser
andrógino de un paraíso que nunca existió, de una tierra que convirtió a la mujer
en el primer demonio del hombre, de ser el hijo de un dios tan prescindible
como la misma existencia del humano.
El poeta Juvenal me hacía
sentir culpable cada vez que superponía la vida de ella antes que mi honor,
justo como él lo decía, perdí la razón de mi vivir por vivir la vida.
[Tercer fragmento]
Inclemente, el final de una
historia.
A la vera del mar halle la
única verdad, junte mis manos con las suyas y mientras el ocaso cedía paso a la
luz de la noche, le prometí jamás soltarla mientras existiese flujo de agua alguno sobre la faz de la
tierra; sonrió.
El sonido del agua al rozar
las partículas de arena creaban una sensación de un contacto áspero, era tan
parecido al contacto de dos corazones totalmente antagónicos, de dos seres
marchitos a los cuales les falto el amor en sus pétalos; prometí ser su fiel
narrador de historias….pero es imposible tan si quiera exclamar una silaba
cuando tu garganta está seca; junto a ti mi voz se perdió en un abismo al cual
poetas intrusos llaman…pasión.
Cuando por fin en el
horizonte pude divisar a la diosa Artemisa en su aspecto más completo, entendí
que era momento de partir, sentía miedo como cualquier mortal pues superponía
su bienestar sobre el mío y la verdad cualquier fracaso me hacía tan endeble
como la pluma de una mansa blanca paloma.
Una gaviota arrebato nuestra
concentración hacia el lejano oeste, dándonos así cuenta que ya era tarde y que
por consiguiente debíamos separar nuestras manos, aunque no quisiéramos
debíamos hacer caso al omnipresente destino, no escatimo recursos para pasar
más tiempo junto a mí, tal cual como lo imaginaba.
En un mundo de apariencias,
de personas esnobistas, logre encontrar un precioso baluarte, algo sin etiqueta
ni precio, algo sin brillo de dinero y sin exigencias materiales.
Un viento algo cálido rozo
mi rostro…
Son las 8:45 a.m., de nuevo
he tenido aquello que no se si clasificar como un sueño o una pesadilla,
nuevamente su imagen me atormenta, es como si ella fuese la representación
humana de la señora guadaña; siento como la hoja de afeitar va penetrando entre
las capas de mi piel, aun así este dolor no logro anestesiar el que ella ha
dejado en mi cuerpo; mi bañera, alguna vez el eje de reunión para nuestros
furtivos encuentros sexuales, se convertía en el altar sobre el cual mi sangre
corría como un afluente el cual espera unirse con el rio Nilo, no me quedan
fuerzas para blandir la espada del rey Arturo, el vaivén del baño se hace
insoportable, debo apurarme y dejar por dicho que al ver aquella mujer de mis
tres veranos y de mi primera vez como explorador en tierras vírgenes , con otro
hombre, sucumbí ante el delirio y el frenesí, los sentimientos de odio fueron
tan necesarios para prepararme, para condenarme en nombre del amor, en la calle
Forest of Mariana deje evidencia de mi testamento manchado en sangre, en un
cuarto de la calle 70 se encuentra el cuerpo inerte de la cual alguna vez a mi
vida dio movimiento sin cuestionamiento alguno, por ultimo quiero decir que en
la cama de dicha habitación deje el cuerpo de aquel que se hacía llamar su
amante, de ese hombre sin nombre el cual incumplió el noveno mandamiento, de
aquel que deshonro el código de los nobles, de aquel que ante la ausencia de la
saciedad en su apetito sexual, recurrió a la mujer de un hombre cercano a él,
un amigo decía ser, yo decía ser su hermano, su hostigador, fui su mayor temor
como lo fue para el bandido Pelletier la guillotina; una mujer y un hombre, un
hombre y una mujer, solo hace falta una mujer para acabar con la vida de una
hombre…
Así fue como al llegar al
hogar de este funesto sujeto, encontré en el baño una nota aparentemente con
una confesión junto al lado de su cuerpo desangrado a causa del uso de una hoja
de afeitar, el hombre se había suicidado.
En el gabinete que había
detrás del espejo del baño logre encontrar anti-depresivos y ansiolíticos, el
tipo estaba enfermo y se refugiaba en un mundo bizarro como las pinturas de
Salvador Dalí, antes de irme note que en su antebrazo escribió: “Una nueva
primavera, como la primera vez”.
Ama-Gi
(Sebastian Rodriguez Pineda)
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