viernes, 1 de marzo de 2013

De las tragedias y otras dichas.


De las tragedias y otras dichas




“En tres tiempos se divide la vida: en presente, pasado y futuro. De éstos, el presente es brevísimo; el futuro, dudoso; el pasado, cierto”. Lucio Anneo Séneca.


Cuenta la historia  que para el año 412 a.c  nació un hombre de magnánima sabiduría, un cínico por excelencia y un orador tan exquisito que la gente tenía temor de tan siquiera topársele frente a frente. Él logro convertir la pobreza en una virtud, venció así el mayor temor de todo hombre y mujer moderno: el miedo a no existir socialmente. Vivió en una tinaja, rodeada de las cosas que él consideraba era lo único que necesitaba: un báculo, un cuenco, un manto, un zurrón y sus tan amados y mejores acompañantes, los perros. 
Él gozó del mayor de los placeres, de la madre de todos los vicios: la locura; con una vela encendida en pleno velo de la luz del sol deambulaba por las calles afirmando que buscaba hombres honestos;2425 años después comienza la historia de nuestro Diógenes de Sinope criollo…

Tal vez sea mejor llamarles oriundos  de la calle ya que desde nuestra impasible conducta solemos ignorar que ellos al igual que nosotros gozan…sufren de un pasado. Llegamos a tal punto en que consideramos que estos “habitantes” nacen, crecen , se reproducen y mueren en las calles, es como si estos  hombres y mujeres vestidos con lujosos zarrios fuesen igual de importantes que la estatua que adorna nuestro parque cultural más cercano, es así que no son más que  un adorno.

<<Bogotá, la mal llamada Atenas suramericana, una ciudad de pésima movilidad, de drogas que nos hacen escapar inexorablemente de las cadenas que nos mantienen atados a nuestros propios temores y a nuestras propias pasiones, de parques que pasaron de ser eso para convertirse en los lienzos sobre los cuales los violadores pintan sus conmemorativas historias, una ciudad en la que el político corrupto parece encarnar al mesías crucificado y poco a poco nos lleva, a nosotros, sus borregos, directamente al matadero; más que una Atenas, es el resultado de un encuentro fortuito de una noche entre la furcia Sodoma y  la incomprendida Gomorra, razón por la cual hasta para calcular cuantas son las mujeres y hombres que deambulan en sus calles en busca de sexo a cambio de dinero, resulta ser más que inimaginable, imposible. Amada Bogotá, dicen de ti que tus conciudadanos son cultos, que gustan del arte de leer y escribir literatura, pero eso no es lo que refleja tu cultura, tu expresión escrita, tu expresión oral…haz hecho más daño que bien al idioma español. >>  Esto era lo que cavilaba Manuel Alberto Yarini, mientras caminaba con sus harapos sucios a sus cuestas por  la Av Carrera 7#22-47, al frente del teatro Jorge Eliecer Gaitán; se sintió alegre al hallar dentro de una bolsa blanca lo que para él sería su desayuno – o más bien su almuerzo- , era un pedazo de pan a medio comer, un poco de caldo de papa y algo de arroz, “que gran festín” se dijo mientras dichosamente se llevaba la comida hacia su boca rodeada de una espesa barba, la cual era humedecida por las gotas de caldo que se escapaban de sus fauces mientras masticaba. Pensaba que era como ver a un antiguo guerrero vikingo celebrando la derrota de algún monstruo de proporciones mitológicas  en un banquete arreglado por el mismísimo rey: barbas sucias, llenas de migajas de pan, de dientes sucios y llenos de carne entre las encías, de borrachos con mujerzuelas en sus regazos, de cerveza, de espuma, una embriagante felicidad acompañada de todos los placeres que se pueda imaginar un simple…Un golpe en su espalda había detenido su placentero meditar.

En su pasado Yarini fue un hombre “exitoso”, era escritor de novelas y en algunos momentos de suerte se atrevía a indagar en el mundo de la tragicomedia, bajo el seudónimo de “El Espejo” -como el nombre de aquel nihilista poema de Barba Jacob- se hacía reconocer en el ámbito literario. Profesor de Letras y literatura en la Universidad Nacional de Colombia, gozó de un gran reconocimiento por su lucidez y genialidad pero ante todo era bienquisto por su exquisita labia y gran retórica. La muerte prematura de su hijo y de su esposa en un accidente automovilístico le había cambiado la vida, pues desde entonces el óbito era el eje central de su pensamiento, y para escapar de estos deformes pensamientos decidió caminar por un camino aún más estrecho y oscuro: las drogas.  Había conocido así a las mujeres más modestas y lujuriosas, conoció a aquellas que tenían la piel tan blanca, tan pura que al contacto de está con su ser, le hacía sentir como su pasado regresaba al presente; conoció a aquellas que por cada beso que le daban en su brazo sentía como mil agujas le pinchaban al mismo tiempo, empero, después de esto se sentía tan aliviado que el beso era solo un preámbulo a un mundo de sensaciones placenteras; otra mujer que conoció tenía un nombre peculiar y era, tal vez, su favorita, ella en el mundo del “desierto rojo de california” se hace llamar:  O- fu- Jung, o en un contexto más cercano al nuestro, Veneno Negro.

 << Mi Veneno Negro, o el mismo “Tesoro de Dios”, nuevamente nuestro encuentro es fugaz, mujer de danzas oscuras y lienzos bordados de oro, en nombre tuyo mil guerras se han librado, ¿por qué entonces me visitas a mi como lo haces con cualquier otro? Eres la cortesana favorita de todo aquel que paz busca>> Su difunta esposa, que con el nombre bajo el cual en su mundo de letras había bautizado como La Petit Berthe, le hacía recordar lo desdichada que era la vida sin una mujer, sin el amor. Su hijo de quien poco hablaba pues decía que poco tenía que hablar de él, le recordó que con su muerte acabaría su linaje, pues como estaba ahora ninguna fémina se fijaría en un gañan como él. Esto era lo que escribía en su nueva novela “De las tragedias y otras dichas”.

A los 3 años de la muerte de sus seres queridos,  Yarini transformó a tal punto su conciencia que dejo de preocuparse por su aspecto, no le importaba como vestía, ni como olía, ni  mucho menos si se bañaba, para él, lo verdaderamente cautivador era potenciar su conocimiento, quiso así transformarse en un hombre de virtudes y poca moral. Se percató que para librarse de cualquier prejuicio social aparente y de cualquier atadura de un sistema neo-liberal debía morir o no existir, por lo tanto, renunció a todo lo que tenía, lo dono, lo dio a quien él consideraba que lo necesitaba realmente, fue así como hizo de la pobreza su mejor aliada y del hambre su idea magistral. El Espejo se había ensuciado, ya no relucía de igual manera pero a diferencia de antes, ahora si reflejaba su verdadero nombre, su todo, su nada.

No fue sencilla su metamorfosis, como Gregorio al despertarse, Yarini  se veía así mismo como un insecto monstruoso. "Todo el conocimiento, la totalidad de preguntas y respuestas se encuentran en el perro” Leía a Kafka mientras por una noctambula Bogotá el frio agolpaba en sus descalzos pies, sentía como un viento con aroma a CO2 combinado con el mal olor a heces fecales y a orina que expedía su piel se acumulaba entre las fosas nasales de su nariz, suspiro y se dijo: “natura”. Su piel estaba algo lastimada, llagada tal vez del frio tan abrumador, siempre le perseguía, especialmente cuando intentaba conciliar… ¡no!, mas bien cuando luchaba contra el sueño, se podía ver como los folículos de su piel se inclinaban hacia arriba como lo hacen los musulmanes cuando están orando en la mezquita y ante una señal todos hacen una reverencia apuntando hacia los cielos; sus pelos se colocaban tan firmes como los soldados en una conmemoración de honor presidencial, el frio le hacía sentirse vivo, le daba de alguna u otra manera un calor inexplicable, una sensación de encontrarse solo y completo. A pesar de esto, a las 7 de la noche aparecía su fiel deudora, la única amiga que nunca podía faltar en sus veladas y en sus fiestas peregrinas, así es: el hambre, aquella dichosa razón por la cual los seres humanos nos movemos con el único objetivo de cagarla por el recto al final. Aquella era su única comida del día, pues durante la totalidad del día le era imposible conseguirla, pues prefería desperdiciar su tiempo en leer libros tan vagos que en pensar en su mísera supervivencia; la boca se le secaba, salivaba un poco como los perros que le acompañaban, sentía como alguien le incitaba a robar para comer o  mendigar por comida, sin embargo, estas cosas iban en contra de lo que él pensaba pues como Nietzsche argumentaba: no hay peor virtud que la misericordia.

El no tener un horario, digámoslo así, "fijo" en sus comidas, hizo que desarrollara una gastritis que posteriormente se transformó en un cáncer de estómago, el dolor que sentía no se equiparaba al que sentían aquellas personas sometidas al programa de experimentación del Escuadrón 731, pues prefería mil veces que le abrieran el estómago en vida, a soportar como por intervalos e incesantemente aparecía ese dolor que le apuñalaba poco a poco, sentía un desespero tal como para lanzarse desde el primer puente que viese, pero eso no era todo, cuando el hambre le atacaba, lo hacía conjuntamente la sed, era tal su necesidad que un día vio que uno de sus perros bebía agua de una cañería y no pudo soportar la tentación de beberla, fue así como la pica apareció. El charco de agua parecía contener más suciedad que agua, era como ver una tasa de tinto donde el tinto sobrepasa la cantidad de agua, se veía una pequeña isla negra que sobresalía a la mitad, al beberla no quedo un bigote de leche o algo parecido, le quedo entre sus dientes polvo, suciedad y partículas de arena que le hicieron automáticamente vomitar, sin embargo, agradecía por el encanto de sentirse saciado. Sus perros comían del vomito que salía de sus sucias fauces.

Una tarde, en pleno ocaso, Yarini  se dirigía al teatro donde conoció a su querida La Petit Berthe, fue entonces cuando se detuvo un momento para tener otra sesión con su querida dama oriental O-fu- Jung, conversó con ella durante unos minutos y prosiguió en su acometer, deseaba ir a ver una obra de teatro llamada “De las tragedias y otras dichas”, así es, su novela hecha por maestros de lo dramaturgo, de la pantomima. Deseaba reflejarse a sí mismo. Al encontrarse en la entrada del teatro Jorge Eliecer Gaitán, sintió un golpe mientras cavilaba,  ¡era La Petit Berthe!, un frio recorrió su frente y luego su espalda, se sintió abrumado, continuamente dichoso; La Petit Berthe le invitó al teatro, tomados de las manos, como dos pequeños niños jugando a los exploradores, entraron en dicho lugar, las personas se agolpaban, el lugar estaba a estallar pero ninguno de ellos sabía que el mismo escritor de tan talentosa obra se encontraba entre ellos, al mirarse en un reflejo de un espejo que tenía un cartel de la obra, Yarini se vio a sí mismo como un Dandy, estaba tan elegante que el portero del teatro le llamaba señor y le decía: “con su permiso”, y que decir de La Petit Berthe, que mujer tan hermosa, con una mirada profunda, de ojos color miel y de pelo rojizo y ondulado, ambos parecían pertenecer al lujoso Jet- Set, todo era perfecto. Cuando la obra comenzó, Yarini y La Petit Berthe fijaron sus miradas sobre los personajes que los personificaban, era extraño pensó Yarini <<ver tu vida reflejada por otras personas, pero, si lo pensamos somos eso, un reflejo de los demás, somos…El Espejo>>.  

La obra finalmente finalizó, Yarini iba saliendo del teatro, cuando de repente apareció uno de sus mejores amigos, Letot, quien en un pasado había amado en secreto a La Petit Berthe, sin  dudarlo, Letot sacó un arma de sus regazos y disparo un proyectil en contra de La Petit Berthe. 
Yarini lloró sin cesar, cuando restregó sus ojos y los volvió a abrir estaba comiendo de la bolsa blanca. Un golpe sintió en su espalda, cuando volteó era un policía que venía en busca de una bronca. 
Todo había sido obra de su tan amado Veneno Negro, un juego de mala broma de la señora O- fu- Jung.

Sonrió. 


Escrito por: Ama-Gi (Sebastián Rodríguez Pineda)



Imagen adquirida de: http://keijusalama.deviantart.com/art/Magici-356738723

Creada por: http://keijusalama.deviantart.com/



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