Carta I
Perséfone - Dante Gabriel Rossetti
Julio 28/07/2013
A mi amada, a mi Narciso, a mi tedio…a mi poesía.
Desde Bogotá.
Lo que amas es todo tu
mundo…pero el amor ya no está de moda, los poetas lo han asesinado. Escribieron
tanto sobre este sentimiento que nadie los creyó, lo cual no me sorprende.
Oscar Wilde
Escribo esta carta mientras las notas
musicales de “Nocturnes” de Frederic Chopin abrazan mi alma para después
torturarla en un inmensurable fuego frio. Tú, mi confidente, sabes más que
nadie el peso que trae consigo la existencia, el sin sabor de aquellos labios
que solo buscan los tuyos para escapar del mareo, del temor de sentirse amado,
de la brevedad del tiempo: ¡Como nos engaña la vida, que nos muestra sus
artimañas como lo bueno y sus placeres como lo malo! ¿En dónde reside la virtud,
si no es acaso en nuestra propia naturaleza?
Mi enfermedad determina mi progreso
pero también mi retroceso, más que nadie sabes lo importante que es para mí el
uso de la letra como medio de expresión para aquello que sencillamente no se
puede describir: lo nuestro. Han sido días difíciles los que he vivido pero no
puedo quejarme pues la vida me ha
engañado dándome comodidades y destrezas, empero, hay días en los que no se me
permite escribir, semanas en las que no pienso con claridad; mi memoria me es
esquiva, mis conductas son tan primitivas que el raciocinio hace eco…Pero hay
algo que no sucumbe ante mi padecimiento, una sensación latente en Juan y en mí,
un recuerdo tan vivido que se reproduce en mi cabeza como una película en la
cual puedo determinar hasta el más pequeño e insignificante de los detalles, y
aunque para ambos sea en algunos casos una palabra muy grande y en otros muy
carente es “eso” lo que me ha salvado, es nuestro secreto que con tanta cautela
guardamos lo que no me ha permitido caer en la ignominia.
El vino corroe mi piel reclamando lo que por derecho le
pertenece mientras que el aura sagrada de la virgen inmaculada exige mi sangre
como tributo a su parto. Le llaman por varios nombres. Está sediento de sangre
pues insatisfacción son los pies que caminan el desierto llano de su corazón,
amargura, levedad y doncellez son las figuras de su transustanciación; no comas
de Él.
Amarga es la verdad y aún peor: la sensatez nos sabe a sal.
Hay días en los que me siento tan triste, que grito hacia el Numen de nuestro
secreto maldiciendo: - No te la lleves, y si es así, que otro amor no le
pertenezca. No te imaginas el miedo que siento a una vida sin ti, a volver a mi
mundo de verdes y azules, de puritanas y judías, y aún peor: a un mundo sin
versos y prosas.
Desnudemos nuestros cuerpos, desnudemos nuestros
sentimientos y que sea la mentira la regente de nuestros celos.
Dulce noche,
con gran cariño: Aquel sin nombre.
Juan Pedro Pablo