Una ciudad
laberíntica
Para M.A.H.R
I
¡Oh! Mi laberíntica
ciudad,
los rosetones de tus
pilares se encuentran ladeados,
Vesta cuida de tus
patrones y de aquellos que por ti han sido olvidados.
Inmodestia, esa es tu
actitud,
llena de colores, de
prototipos, de suciedad;
jamás alcanzarás la
rectitud.
Tu espíritu, como el
de una mujer
es ininteligible…
cabalístico, jeroglífico,
ilógico, incognoscible,
eso pienso de ti,
mi Bogotá abominable.
Tu inmensidad me hace
acordar
aquella magnanimidad de la antigua Sodoma,
tu estado laico retorna a las prácticas de la antigua Gomorra.
II
Eres bella como
ninguna otra,
te regodeas en tus
estatuas,
haces solemne
recuerdo a la revolución
en tu plaza de Bolívar…
¡Ay ¡ Pobre de éste
que en cada marcha
le cambian de ropa
como si fuera mujer fácil.
En una de tus
montañas
un Cristo es
olvidado,
solo para ser
recordado por aquellos
que madrugan a
ejercitarse,
amo que seas furcia y
laica,
tu libertinaje lo
encuentro en cada parque
de Chapinero,
tu drogadicción y
perdición se refleja
en los jóvenes que en tus aceras
caen borrachos y
drogados por las fuertes mareas.
Te aprecio únicamente
porque en tu lecho se
concibió al poeta
más grande y
esplendido que ha pisado tierra colombiana:
José Asunción Silva.
III
Tu razón de ser sigue
viva,
intacta al paso de la
dádiva,
el centro de tu
cuerpo es marginado y profanado,
sin embargo, admiro
tus museos, tu oro,
tu clasicismo inmerso
en la desgracia,
tus raptos, tu
absurda impotencia,
por tus regentes has
sido herida;
eres la ciudad donde
el opio del pueblo
es el fútbol y no la
religión;
en tu nombre digo
que la muerte de Dios
ya se ha superado
para caer en la
impotencia que gritas mientras te desangras,
gritas y gritas para
exclamar:
“La poesía ha muerto”.
Ama-Gi
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