miércoles, 14 de agosto de 2013

Una ciudad laberíntica

Una ciudad laberíntica


Para M.A.H.R

I
¡Oh! Mi laberíntica ciudad,
los rosetones de tus pilares se encuentran ladeados,
Vesta cuida de tus patrones y de aquellos que por ti han sido olvidados.
Inmodestia, esa es tu actitud,
llena de colores, de prototipos, de suciedad;
jamás alcanzarás la rectitud.
Tu espíritu, como el de una mujer
es ininteligible…
cabalístico, jeroglífico, ilógico, incognoscible,
eso pienso de ti,
mi Bogotá abominable.
Tu inmensidad me hace acordar
aquella magnanimidad  de la antigua Sodoma,
tu estado laico retorna a las prácticas de la antigua Gomorra.

II
Eres bella como ninguna otra,
te regodeas en tus estatuas,
haces solemne recuerdo a la revolución
en tu plaza de Bolívar…
¡Ay ¡ Pobre de éste que en cada marcha
le cambian de ropa como si fuera mujer fácil.
En una de tus montañas
un Cristo es olvidado,
solo para ser recordado por aquellos
que madrugan a ejercitarse,
amo que seas furcia y laica,
tu libertinaje lo encuentro en cada parque
de Chapinero,
tu drogadicción y perdición se refleja
en  los jóvenes que en tus aceras
caen borrachos y drogados por las fuertes mareas.
Te aprecio únicamente
porque en tu lecho se concibió al poeta
más grande y esplendido que ha pisado tierra colombiana:
José Asunción Silva.

III
Tu razón de ser sigue viva,
intacta al paso de la dádiva,
el centro de tu cuerpo es marginado y profanado,
sin embargo, admiro tus museos, tu oro,
tu clasicismo inmerso en la desgracia,
tus raptos, tu absurda impotencia,
por tus regentes has sido herida;
eres la ciudad donde el opio del pueblo
es el fútbol y no la religión;
en tu nombre digo
que la muerte de Dios ya se ha superado
para caer en la impotencia que gritas mientras te desangras,
gritas y gritas para exclamar:
“La poesía ha muerto”.

Ama-Gi

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