Carta II
20/08/2013
Con motivo de un encuentro fortuito.
A mi versión de Mrs Langtry.
¿Conoces el silencioso, sutil y
encantador llanto de los Narcisos? Me han contado que una vez oyes sus dulces
cantos no puedes dejar de mirar la superficie de los lagos. Me encanta tu canto
místico. Tu ignoto pensamiento. El espíritu femenino es tremendamente hondo,
tan audaz y llameante que al hombre temeroso siempre termina por herir, por
elevar…por enamorar.
Siento envidia en cuanto a todo
lo que te rodea pero alegría mía: de ellos tú no eres. Contemplad, y sentiros pequeños,
indómitos y perdidos ante los que tienen algo por sacrificarse, algo a lo cual
pueden adjetivar de ideal, de aquel por el cual más que morir permitimos caer en la ignominia: vida
desahuciada.
El hombre es libre una vez sus
pasiones lo tiranizan. Eres el máxime de mis placeres.
Y no descansaré hasta incubar el
influjo griego en tu cuerpo, hasta copar tu espíritu de lirios y condecorarte
como la diosa dueña de mis delirios. No cesaré mi camino. Mi guerra tendrá fin
cuando la noche sea tan oscura que la misma Luna tendrá ganas de revivir a los
héroes troyanos, y con un temple
espartano guiaré mis pasos hacia tu lecho para cuando al llegar a dichas nubes doradas,
hacer de tu cuerpo aquella ciudad al acecho.
Por mucho tiempo, mis colegas y
yo hemos tratado de encontrar el verso, la prosa, la expresión, la línea e
inclusive la palabra que abrevie la euforia de nuestras vidas, en disputa a
capa y espada caí cuando a mi gremio confesé que era dueño de aquel secreto,
les dije que aquella piedra filosofal era: la mujer.
Desde ese entonces camino sin
etiqueta alguna, sin movimiento artístico, sin vinculo político e intelectual,
sin afiliaciones. La sociedad termina por desechar los amores verdaderos, razón
por la cual hoy el amor es un sustento más teórico que practico. Pero no te
afanes, estoy mejor ahora que poseo el secreto de mi poesía, el secreto sin
concepto ni contenido, el secreto que los labios mundanos son incapaces de
pronunciar.
Por siempre sujeto a mi
juramento, a nuestro secreto.
Juan Pedro Pablo
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